Una mujer decide ir a su sexólogo debido a que desde hace unos años, su marido, a dejado de ser el amante que fue y ya no tienen sexo. Una vez, enterado del problema, le dice a la mujer que el posee un droga experimental, que le dé una píldora a su marido esta noche y que mañana le comunique lo que sucedió.
Al día siguiente la mujer vuelve a visitar al sexólogo. Con la voz emocionada le cuenta que la píldora funcionó y que tuvieron el mejor sexo de su vida. Luego le pregunta al sexólogo que pasaría si le da dos píldoras a lo que él le responde que no sabría decirle pero que lo pruebe de todas formas.
Al otro día ocurre lo mismo, esta vez la mujer le cuenta que fue aún mejor que la noche anterior, entonces le pregunta que pasa si le da cinco píldoras. El sexólogo le responde que no sabe, pero que lo pruebe.
Vuelve a pasar un día y la mujer aparece cojeando pero con una inmensa sonrisa en su rostro. Le cuenta al sexólogo que el sexo mejora y mejora cada vez más y que esa noche le dara el resto del frasco a su marido. El sexólogo le advierte que se trata de una droga experimental y que no se sabe aún que efectos pueda llegar a tener todo un frasco en una persona, pero la mujer entusiasmada parece no escucharlo.
Una semana más tarde, un joven entra a la oficina del sexólogo y dice "¿Es ud. el imbécil que le dió unas píldoras experimentales a mi madre?".
"Asi es muchacho, soy yo. ¿Por qué?", dijo el sexólogo.
"Bien, mi madre murió, mi hermana está embarazada, a mi me duele el culo y mi padre está agachado bajo el sillón diciendo 'Ven gatito, gatito, gatito'...".